Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1878 (Cortes de 1876 a 1879)
Sesión: 23 de marzo de 1878
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 27, 587-590
Tema: Amortización de la deuda

(El Sr. Sagasta pide la palabra.)

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Sagasta ¿para qué ha pedido la palabra?

El Sr. SAGASTA: La he pedido porque así como hay Sres. Diputados que retiran sus firmas cuando las cuestiones se hacen de Gabinete, yo, por lo contrario, quiero que conste la mía.

El Sr. RODRÍGUEZ CORREA: Y si hace falta alguna más, que conste la mía también.

El Sr. TORRES DE MENDOZA: Pido la palabra para rectificar.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. TORRES DE MENDOZA: No me sorprende [587] que hoy sobren firmas en sustitución de la mía, cualquiera de las cuales hubiera podido sustituirla en el día de ayer, cuando la proposición se encontraba en blanco. Lo que he querido decir, y lo que creo habrán entendido los Sres. Diputados, es que a mí no me gusta ir adonde me quieran llevar, sino adonde yo quiera ir. He firmado, pues, en la confianza de que habían de firmar algunos de los amigos más íntimos del Sr. Silvela; pero habiéndome encontrado ahora con que dichas firmas no existen, me considero en el deber de retirar, como retiro, la mía.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Cánovas del Castillo): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Cánovas del Castillo): Las pocas palabras que voy a pronunciar tienen por objeto responder a las nobles y elocuentes que ha pronunciado el Sr. Silvela, estableciendo de una manera todavía más clara que la establecida, si ello es posible, que a mí bien claro me parecía que estaba, lo que he pretendido al dirigirme a la Cámara.

No he pronunciado, y los Sres. Diputados lo recordarán bien, no he llegado a pronunciar las palabras cuestión de Gabinete. (El Sr. Sagasta: ¿Es libre la cuestión?) A eso voy ahora. Acostumbro a discutir las cosas de manera que queden lo más claras que yo acierte a establecerlas, y para ello no puedo formularlas de una vez; por consiguiente, el Sr. Sagasta no debe encontrar extraño que necesite algún tiempo aunque breve para desenvolver todo mi pensamiento.

No he llegado a pronunciar la frase cuestión de Gabinete por lo que pudiera tener de arrogante y para no dar lugar a cierta especie de exclamaciones como las que con motivo de mis palabras se han hecho o solían indicarse en ciertos bancos; he hablado con más modestia que eso; he procurado establecer, también de la manera más clara que me ha sido posible, que ésta en efecto no debería ser una cuestión de partido, aunque indudablemente como cuestión de partido la ha tomado al fin el Sr. Sagasta al decir que puesto que había razones parar retirar las firmas, esas mismas razones debía ser para que otros las pusieran.

Yo reconozco, a pesar de estas declaraciones del Sr. Sagasta, que aquí no hay cuestión de partido; reconozco más, y digo esto en contestación al Sr. Silvela, reconozco que no hay aquí cuestión política. ¿Por qué? Porque después de votar en distintos campos en esta cuestión concreta, si a ello fuéramos llamados, el Sr. Silvela y yo podremos tener y tendremos indudablemente las mismas opiniones políticas, las mismas soluciones políticas para todas las cuestiones.

Pero puede una cuestión no ser de partido; puede una cuestión no ser política, y ser sin embargo una cuestión de gobierno, una cuestión de conducta y de responsabilidad de todo el Gobierno; una solución económica que si otros tienen el derecho de combatir, el Gobierno tiene la obligación ineludible de defender.

De esta clase es la cuestión que nos ocupa; cuestión de gobierno, cuestión de administración, cuestión de conducta, cuestión económico-administrativa que toca a la conducta del Gobierno, a la dirección que el Gobierno da a los negocios públicos.

Pues bien, formulada y presentada en estos términos, a mi juicio exactos, sin exagerar su importancia, sin quitársela, sino señalándole nada más que la que tiene, es a saber, que este Gobierno opina en una cuestión económico-administrativa de una manera determinada, ¿cuál era su deber? En primer lugar, afirmar a nombre de todo el Gobierno esta opinión expuesta por uno sólo de los Sres. Ministros; hacer constar de esta suerte que esta cuestión de conducta es una cuestión cuya responsabilidad incumbe al Gobierno entero. En segundo lugar, rogar a la Cámara, que a una proposición de la índole de la que se discute, se diera, no un voto favorable, sino antes por el contrario, un voto negativo. Y como aunque yo rogara esto a los Sres. Diputados de la oposición, no podía abrigar la menor esperanza de ser escuchado, naturalmente he tenido que dirigirme con este ruego a los señores que componen la mayoría. Todo esto es lógico, modesto, nace de la naturaleza de las cosas, sin que nadie lo pueda remediar.

Por tanto, cuando estas cuestiones ocurren, y ocurren muchas veces en los Parlamentos y muchas veces también hasta dentro de los partidos mismos, porque es posible tener identidad absoluta de opiniones políticas y no estar de acuerdo en una cuestión económica concreta; cuando esto ocurre, los Gobiernos que se estiman; desde luego hacen constar su responsabilidad y se presentan a arrostrar las consecuencias de esa responsabilidad misma. Esto es lo único que yo he hecho antes en cumplimiento estricto de mi deber, teniendo la seguridad, la plenísima seguridad, en lo cual no hago más que la justicia debida al Sr. Sagasta, de que colocado S. S. en mi lugar en una cuestión idéntica, habría hecho otro tanto, porque estos son los deberes de las personas que se hallan en esta posición, y estoy completamente seguro de que así como yo no falto a estos deberes, no faltaría tampoco a los suyos el Sr. Sagasta.

El Sr. SAGASTA: Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. SAGASTA: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros de puro sutil se hace ya impalpable. Dice su señoría que ésta no es cuestión política, y que sin embargo es una cuestión de gobierno. No voy a entrar ahora en el fondo de estas distinciones, no voy a discutir cómo se puede entender que una cuestión no siendo política, es una cuestión de gobierno. Yo creo que es política toda cuestión que afecta a la existencia de los Gobierno, o cuando menos a su autoridad moral, porque los Gobiernos no pueden dejar de ser políticos. ¿Es que este Gobierno no es político? Pues si no es político este Gobierno, no sé lo que este Gobierno pude ser. Pero prescindiendo de esto, yo pregunto al señor Presidente del Consejo de Ministros: ¿se creería su señoría autorizado a continuar presidiendo ese Gobierno; se creería el Gobierno autorizado para continuar en ese banco si la proposición presentada por mi amigo el Sr. Rute fuera aprobada? Esta es toda la cuestión. Si S. S. no se cree autorizado a continuar en ese banco una vez aprobada la proposición, no hay duda, ésta es una cuestión esencialmente política, una cuestión de Gabinete.

Pero si no es así, no es cuestión política, no es cuestión de Gabinete, es una cuestión única y exclusivamente de delicadeza hacia un compañero, de amistad o de lo que se quiera. ¿Qué empeño puede tener el Sr. Ministro de Hacienda en que se discuta este proyecto antes que los presupuestos del Estado, toda vez que no puede regir hasta que no se aprueben los presupuestos? Esta es propiamente una cuestión de tiempo, de oportunidad; si no ha de regir esta ley, repito, antes que la de presupuestos, ¿qué necesidad hay de [588] que se discuta antes de que se discutan los presupuestos? Es, pues cuestión de oportunidad, insisto, y el señor Silvela y sus amigos pueden votar confiadamente la proposición, si creen, como parece, que lo reclama su conciencia y que está dentro de sus convicciones, sin que falten ni a su partido, ni al Gobierno, ni al Sr. Presidente del Consejo de Ministros.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Cánovas del Castillo): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Cánovas del Castillo): Sin duda el Sr. Sagasta ha querido ganarme a sutil esta tarde, porque lo ha estado tanto, que ha excedido los límites de mi comprensión, y aun creo que los de la comprensión de la mayor parte de los circunstantes.

Por de pronto, es bien singular que S. S. rechace la división de los asuntos políticos, administrativos y económicos, que es común y está aceptada por todo el mundo y que se puede decir que es técnica (El señor Sagasta: No es eso.) Hay asuntos que por afectar a la organización de los Poderes públicos, al derecho de los ciudadanos y a las prerrogativas de la Corona, son completamente políticos. La manera de apreciar estas cuestiones es la que constituye los partidos militantes en política. Pero las cuestiones de conducta, como por ejemplo la manera de llevar a cabo el arreglo de la deuda, ¿han servido nunca para formar los partidos? Los partidos se forman por la comunidad de principios políticos, con arreglo a los cuales consideran los derechos de los ciudadanos, el sistema de constituir los Poderes públicos, y el modo de funcionar esos mismos Poderes.

Como eso es permanente, como eso es por su naturaleza durable, por lo mismo alrededor de esta clase de ideas se forman los partidos políticos. Ahora bien, como aquí se estaba tratando de las obligaciones que tienen los partidos políticos; como esta delicada cuestión era la que había tratado el Sr. Sagasta, yo no he podido menos de decir, refiriéndome al Sr. Silvela, una cosa completamente cierta, es a saber: que el señor Silvela puede estar, como yo tengo la convicción de que está conforme en opiniones con este Gobierno, aunque difiera en cuanto al punto de si ha de discutirse o no hoy el arreglo de las deudas amortizables. ¿Es esto alguna sutileza?

No está la sutileza siquiera en negarlo; esa sí que sería sutileza si pudiera tener alguna eficacia; porque como he dicho antes, la doctrina al parecer opuesta a mi doctrina es tal, que lo primero que sucede es que yo no la comprenda.

Por lo demás, después de declarar que esta no es una cuestión de partido, ni siquiera del orden fundamental de los partidos, y por consecuencia política, -porque ¿quién duda que una resolución semejante podría presentarla un Ministerio radical, un Ministerio republicano y hasta un Ministerio absolutista?-después de haber dicho esto y establecido ya que es una cuestión de conducta, he rogado a los Sres. Diputados que apoyan en general la conducta del Gobierno que rechacen la proposición que se discute. Quiere el Sr. Sagasta por lo visto más claridad en lo que he dicho respecto a las consecuencias de un voto contrario, y francamente, yo creía que no necesitaba. Salvo en las ocasiones graves en que es preciso usar las grandes fórmulas para herir la imaginación y para llamar la atención de los circunstantes, hasta las más empeñadas cuestiones de Gabinete suelen en los Parlamentos presentarse en términos más modestos: una de las fórmulas más usuales es esta: si la mayoría de la Cámara votara en contra de la solución que apoya el actual Gobierno, el Gobierno tendría que considerar si podía o no continuar en este banco. (Rumores en los bancos de la izquierda.) Perdónenme los Sres. Diputados de enfrente, que no he dicho que sea ésta mi fórmula; he dicho que con esta fórmula he visto plantear las cuestiones de Gabinete; pero puesto que el Sr. Sagasta no quiere esta manera mitigada, y digámoslo así, dulce, de presentar las cosas, ¿qué inconveniente he de tener en presentarlas como S. S. quiere? Voy a complacerle diciendo que el Gobierno no permanecería un instante en este banco, y más después de esta discusión, si esa proposición fuera votada.

El Sr. SAGASTA: Pido la palabra para rectificar.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. SAGASTA: Queda probado lo que nosotros deseábamos oír, que el Gobierno hace de esta cuestión una cuestión de Gabinete. Para eso ha podido el señor Presidente del Consejo de Ministros excusarse de los discursos que ha pronunciado y de las sutilezas de que ha hecho gala. Queda demostrado que ésta es una cuestión de Gabinete y que en tal concepto se va a votar: nosotros, sin embargo, la minoría constitucional y creo que las demás oposiciones, seguimos considerando esta cuestión, no como política, sino como cuestión que afecta exclusivamente a los intereses materiales del país, sin que tenga relación alguna con la política, pero cada cual vote con arreglo a su conciencia.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Cánovas del Castillo): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V.S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Cánovas del Castillo): Quiero únicamente recordar a los Sres. Diputados, para justificar ciertas consideraciones que he expuesto, que yo las expuse expresamente para contestar a las palabras del Sr. Silvela, no para discutir con el Sr. Sagasta, que hasta aquel momento no había tomado parte alguna en la discusión, si mal no recuerdo.

El Sr. Silvela había hecho aquí algunas indicaciones referentes a los motivos de su conducta, a los que consideraba sus deberes voluntarios para con el Gobierno, y a lo que creía que exigían de él a un tiempo, su opinión particular y su conciencia política. Yo me levanté y dije: esas palabras necesitan una explicación por mi parte. Debo decir al Sr. Silvela, porque a él sólo me dirigía en este caso, que tiene razón en que esta no es cuestión de partido, en que esta no es cuestión de política; que una divergencia sobre cuestiones de administración o de procedimiento no puede establecer entre nosotros disidencia alguna política; pero con eso y todo, hay aquí una cuestión de conducta del Gobierno, que éste no puede menos de tomar en seria consideración. Si hubiera tratado sólo con el Sr. Sagasta, conociendo el carácter de S. S., su manera de ser, y la forma tan franca con que le gusta discutir, hubiera empezado por decir lo que he dicho después, y que no debería ser muy necesario, cuando el Sr. Silvela a quien contestaba, lo entendió en el mismo sentido que el Sr. Sagasta lo ha entendido. La prueba de que no era necesaria tanta franqueza como el Sr. Sagasta pide, es que por las meras palabras que yo había dicho, el Sr. Silvela comprendió, y comprendió bien, la importancia que el Gobierno daba a esta [589] votación; pero el Sr. Silvela trató la cuestión en ciertos términos, y en esos términos le contesté para dejar completamente esclarecida la materia.

En cuanto al Sr. Sagasta, tenga S. S. por cierto que tan franco como quiera que yo sea lo seré, porque nada me sorprendería tanto que por porque use reservas naturales en la discusión (y suelo analizar las cuestiones y no me gusta entrar de lleno en ellas antes de haberlas preparado convenientemente) se dudara de mi franqueza. No hay hombre político que pueda tener la pretensión de ser más franco que yo en este banco y en todas partes; todo lo que de mí quiera saber el Sr. Sagasta, pregúntemelo y esté S. S. seguro de que no quedará sin contestación.

El Sr. SAGASTA: Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. SAGASTA: De cualquier manera, el Sr. Presidente del Consejo de Ministros debe agradecerme mucho el haberle obligado a expresarse con la franqueza con que últimamente lo ha verificado, porque en otro caso, si todos los Sres. Diputados de la mayoría hubiesen hecho lo que el Sr. Silvela y los que le rodean, que pensaban abstenerse, nosotros habríamos ganado la votación y hubiera tenido que cerrar el Congreso.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Cánovas del Castillo): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Cánovas del Castillo): Debo manifestar al Sr. Sagasta la absoluta persuasión en que estoy, en contra de la opinión que al parecer tiene S. S., de que, salvo el señor Silvela por motivos tan justos como los que ha expuesto, y tal vez algún otro Sr. Diputado, con estas declaraciones y sin ellas, la mayoría que apoya al Gobierno ha de seguir apoyándole. (Rumores en los bancos de la izquierda.) Esta es mi opinión, que opongo a la de SS. SS. "

Puesta a votación la proposición, y habiéndose pedido por suficiente número de Sres. Diputados que fuera nominal, resultó desechada por 158 votos contra 72. [590]



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